lunes, 15 de junio de 2009

La Gran Biblioteca Alejandría

La biblioteca en la Antigüedad

Ptolomeo I Sóter mandó construir en Alejandría el gran palacio que serviría de alojamiento a toda la dinastía Ptolemaica. Al otro lado del jardín y conocido desde el principio con el nombre de Museo se edificó otro gran monumento. Le llamaron así por respeto a la sabiduría, porque lo consideraron como un santuario consagrado a las Musas, que eran las diosas de las artes y de las ciencias. El edificio constaba de varios apartados dedicados al saber, que con el tiempo fueron ampliándose y tomando gran importancia.

El departamento del Museo que se dedicó a biblioteca acabó siendo lo más importante de toda la institución y fue conocido en el mundo intelectual de la Antigüedad como algo grandioso y excepcional, algo que los reyes de la dinastía Ptolemaica se encargaron de mantener siempre en buen estado y en un progresivo aumento. Esta constaba de diez grandes piezas o salas para investigación, cada una de ellas dedicada a una disciplina diferente, muy rica y abundante en la mayoría de estas secciones y sobre todo muy completa en literatura griega. Una comunidad de poetas y eruditos era la encargada de mantener el buen nivel y trabajaban en ello con total dedicación, como sacerdotes de un templo. En realidad se consideraba el edificio del Museo como un verdadero templo dedicado al saber.

Ptolomeo I encargó al poeta y filósofo Calímaco la tarea de la catalogación de todos los volúmenes y libros. Fue el primer bibliotecario de Alejandría. En estos años las obras catalogadas llegaban al medio millón. Unas se presentaban en rollos de papiro o pergamino, que es lo que se llamaba volúmenes, otras en hojas cortadas, que formaban lo que se llamaba tomos. Cada una de estas obras podía dividirse en partes o libros. Se hacían copias a mano de las obras originales, es decir ediciones, que eran muy estimadas, incluso más que las iniciales, por las correcciones llevadas a cabo. Las personas encargadas de la organización de la biblioteca y que ayudaban a Calímaco rebuscaban por todas las culturas y por todos las lenguas conocidas del mundo antiguo y enviaban negociadores que pudieran hacerse con bibliotecas enteras, unas veces para comprarlas tal cual, otras como préstamo para hacer copias.

Los grandes buques que llegaban al famoso puerto de Alejandría cargados de mercancías diversas eran inspeccionados por la "policía", no en busca de contrabando sino en busca de posibles libros. Cuando encontraban los rollos, los confiscaban y los llevaban en depósito a la biblioteca. Allí se encargaban los amanuenses de copiarlos y una vez hecha esa labor, eran devueltos (generalmente) a sus dueños. El valor de estas copias era altísimo y muy estimado. La Biblioteca de Alejandría llegó a ser la depositaria de todas las copias del mundo antiguo. Allí fue donde realmente se llevó a cabo por primera vez el arte de la edición crítica.

Se sabe que en la biblioteca se llegaron a depositar el siguiente número de libros: 200.000 volúmenes en la época de Ptolomeo I 400.000 en la época de Ptolomeo II 700.000 en el año 48 adC, con Julio César 900.000 cuando Marco Antonio ofreció 200.000 volúmenes a Cleopatra, traídos de la Biblioteca de Pérgamo Cada uno de estos volúmenes era un rollo de papiro, un manuscrito con cantidad de temas diferentes. Se sabe que allí estaban depositados 3 volúmenes preciosísimos con el título de Historia del mundo, cuyo autor era un sacerdote babilónico llamado Beroso y que el primer volumen trataba desde la Creación hasta el Diluvio, periodo que según él había durado 432.000 años, es decir, cien veces más que en la cronología que se da en el Antiguo Testamento.

La Biblioteca de Alejandría empezó su vida con el reinado de Ptolomeo I (362 adC-283 adC) (otras fuentes dicen que con Ptolomeo II) y la terminó trágicamente en el año 48 adC, durante la guerra entre Roma y Egipto. Se dio una batalla terrible en el mar, entre la flota egipcia y la romana y la consecuencia fue un espantoso incendio en la ciudad que afectó a casi toda el área urbana y por supuesto al gran edificio del Museo donde estaba ubicada la gran biblioteca. Toda la riqueza intelectual, todo el saber acumulado durante siglos desapareció en poco tiempo. Sólo algunos rollos pudieron salvarse y la memoria de muchas de sus obras. Se sabe, por ejemplo, que allí existían 123 obras teatrales del escritor griego Sófocles de las cuales sobrevivieron 7; una de las supervivientes es Edipo rey.

Fue una pérdida irreparable e incalculable. Cuenta la Historia que en el desorden provocado por la batalla, entre tantos incendios ocasionados, el de la biblioteca fue producido intencionadamente, como un acto más de vandalismo y que no hubo nadie capaz de detenerlo. La población de Alejandría era totalmente ajena a lo que se guardaba allí, no le importaba nada, nunca había sido partícipe de los conocimientos y de la ciencia que en realidad jamás se aplicó para mejorar su modo de vida. Los estudios, los grandes descubrimientos en mecánica y tecnología nunca tuvieron una aplicación práctica inmediata; la investigación benefició poco al pueblo; la ciencia y la cultura en general eran patrimonio de unos pocos privilegiados. Para estos pocos privilegiados y para el mundo actual, la Biblioteca de Alejandría fue y sigue siendo una biblioteca mítica y legendaria.
El incendio

La destrucción de la biblioteca más importante del mundo antiguo ha sido atribuida a diferentes facciones y gobernantes, no con el propósito de escribir crónicas de ese desastre, sino como calumnias políticas. Sin embargo hoy podemos armar la historia de su destrucción y, aunque a los occidentales nos pese, la versión más verosímil involucra a personajes y sectores que por nuestra tradición respetamos.

El primer incendio se produjo en el año 48 a.C., durante el conflicto en que Julio César se involucró para apoyar a Cleopatra VII en su lucha contra Tolomeo XIII, su hermano. Son muchos los textos donde se relata la pérdida de los 40.000 volúmenes alojados en depósitos de granos cerca del puerto cuando Julio César incendió la flota del hermano de Cleopatra. Esto es lo que dice Livio en uno de sus libros perdidos que Séneca cita. Se sabe que Marco Antonio compensó a Cleopatra regalándole los 200.000 manuscritos de Pérgamo. El propio Museo se destruyó junto con el Palacio Real en el tercer siglo de nuestra era, durante las disputas por el poder que agitaron al Imperio Romano.

La Biblioteca Hija sobrevivió hasta fines del siglo IV, cuando un decreto del Emperador Teodosio (391 d.C.) prohibió las religiones no-cristianas (paganas). Teófilo (Obispo de Alejandría de 385 a 412 d.C.) destruyó entonces el Serapeum y la Biblioteca Hija por ser la casa de la doctrina pagana. Los estudiosos sobrevivieron otra generación hasta el asesinato de Hipatia en 415, el cual marcó el fin de la era escolástica de Alejandría. Según fuentes contemporáneas, Hipatia de Alejandría, una estudiosa del siglo V d.C., fue arrastrada por el carro de una chusma de monjes que odiaban todo lo pagano y la desollaron viva y la quemaron en los restos de la Biblioteca. En 415, el historiador cristiano Orosius visitó Alejandría e informó: “Hay templos hoy día, que nosotros hemos visto, cuyos estantes para libros han sido vaciados por nuestros hombres. Y ésta es una cuestión que no admite ninguna duda.” (Orosius 6.15.32) Su declaración confirma que la biblioteca había desaparecido en el siglo V, es decir, más de dos siglos antes de la conquista de Egipto por los árabes en 642. Toda historia que involucre a los árabes en estos hechos es, por lo tanto, falsa.

La Biblioteca del siglo XX

En el año 1987 salió a la luz un ambicioso proyecto cultural: construir una nueva biblioteca en la ciudad de Alejandría para recuperar así un enclave mítico de la Antigüedad, patrimonio de la Humanidad. Esto ocurría 1.600 años después de la desaparición definitiva de aquellas grandes colecciones del saber. Para llevar a cabo semejante proyecto se unieron los esfuerzos económicos de diversos países europeos, americanos y árabes, más el gobierno de Egipto y la UNESCO. El presupuesto en aquel año fue de 230 millones de dólares. Las obras empezaron el día 15 de mayo de 1995 y se terminaron con éxito el 31 de diciembre de 1996. A su inauguración acudieron tres reinas: la de España, la de Suecia y la de Jordania, además de algunos jefes de Estado. El edificio, realizado por el arquitecto noruego Snohetta, resultó ser un enorme cilindro de cemento, cristal y granito traído desde Asuán para la fachada, dispuesto con bajorrelieves caligráficos en la mayoría de las lenguas del mundo; está situado el edificio en el malecón de Alejandría, a pocos metros del lugar donde se supone que se encontraba la antigua biblioteca. Tiene una superficie de 36.770 metros cuadrados con una altura de 33 metros. Consta de 11 niveles, 4 de los cuales se hallan por debajo del nivel de la calle. Ofrece una sola hipóstila (sala egipcia sostenida por columnas) de hormigón y maderas nobles, situada en el centro del edificio, destinada para lectura, donde caben hasta 2.000 personas. Su cubierta es cilíndrica, haciendo así un homenaje al dios egipcio Ra, el dios del Sol. Está pensada esta cubierta y construida de tal manera que la combinación de vidrio y aluminio controla la luz dentro del espacio, mientras que por fuera se proyecta hacia el Mediterráneo, como un recuerdo del famoso faro de Alejandría. Se ha calculado que el número posible de libros puede llegar a los 20 millones; de momento consta de unos 200.000; la mayoría de ellos son donaciones. Hay 50.000 mapas, 10.000 manuscritos, 50.000 libros únicos y además ejemplares del mundo moderno, con 10.000 multimedia de audio y 50.000 multimedia visuales; la biblioteca acoge además el Internet Archive. Todo esto lo rigen y supervisan unos 600 funcionarios. Dependiendo de esta biblioteca se han construido además otros dos edificios, uno dedicado a centro de conferencias y el otro dedicado a planetario que consta de tres museos: de la Ciencia, de la Caligrafía y de la Arqueología. Hay además un laboratorio de restauración, bibliotecas para niños, jóvenes, invidentes y minusválidos y una moderna imprenta.

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